lunes, 29 de septiembre de 2008

Una respuesta del corazón (2)

Es llamativo que en tan sólo 17 versículos del primer capítulo del libro de Levítico, se mencione en tres oportunidades que el holocausto era de “olor grato para Jehová" (ver versículos 9, 13 y 17).

La pregunta que surge es la siguiente: ¿Qué era de olor grato a Jehová? ¿Acaso se complacía Dios del sacrificio de un animal?

Esto mismo se preguntó el profeta Miqueas:

“¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?”... (Mi. 6: 7)

Sin lugar a dudas, el “olor grato” percibido por Dios en los holocaustos, no se debía al sacrificio o a la carne quemada.

Es importante recordar que el holocausto, era ante todo, una ofrenda voluntaria (Lv. 1: 3). Es decir, cuando una persona ofrendaba un holocausto lo hacía porque sentía el deseo de hacerlo, ya sea por agradecimiento o por consagración. Era una ofrenda que provenía del corazón.


En cierta ocasión, el profeta Samuel reflexionó:

“… ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención mejor que la grosura de los carneros” (1 Sam. 15: 22)

Lo que complacía a Dios de los holocaustos era que de manera voluntaria alguien se acercara a él, que el corazón de la persona reconocía todo lo recibido de Dios y quería agradecer al Señor.

Podemos servir a Dios mediante muchas actividades, con nuestro esfuerzo, cumpliendo con nuestro deber, y seguramente, esto es bueno. Pero Dios se complace cuando ofrecemos nuestro servicio no sólo por cumplir con el deber, sino ante todo, por amor con corazones agradecidos. Toda actividad que dediques a Dios, sólo es valedera y de bendición para los demás y para vos mismo, cuando va acompañada por el amor y nace del corazón voluntario.

Por esta misma razón, al igual que en el caso de los holocaustos, la Biblia menciona que el sacrificio de Jesús fue de olor grato a Jehová (Ef. 5: 2). Jesús ofreció su vida en sacrificio por ti y por mí de manera voluntaria. Él no fue forzado a hacer esto, su sacrificio nació del inmenso amor que siente por cada ser humano.

Así, la ofrenda conocida como holocausto, nos recuerda la importancia de obedecer, cumplir con el deber, pero ante todo, a realizar una entrega voluntaria al servicio de Dios, como una simple respuesta de amor a todo lo dado por él.